Pequeños finos dedos / antes los primeros,
al marcar los numerales,
las teclas,
los pequeños escondites en la pierna hechizada y
la brisa dormida, esa que curiosa sueña y muda de ropa, al costado de los cementerios /
entre colores pasivos que marcan el sin sentir / entre una áspera porosidad,
fuerte para romper el hilo… ese descerebrado rumiar / siempre plegado al cartón,
a la humeante mentira de un amarillo y azul, tonalidades plagando al mundo sin medida / a veces con vocación y tan sólo con un deseo, el de seguir. Seguir en la retina de tanta ciega circularidad, ese todo, entre naderías que vagan por un presente en tu ausencia
y una vez más, que ocurre si no, una posibilidad entre mil fríos / es mi dedo mutilado,
hecho polvo en el espejo de la mano que dice adiós. Hasta la vista hermano, sin un general al centro, no sabemos insultar ni llegar a tierra firme / llenos de caprichos y cobardía, a cada lado, en toda dirección de la opacidad que no resiste otro segundo, mirando al abismo, el negro de su propia oquedad.
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