domingo, 14 de febrero de 2010

Leigh Brackett - La épica en la ciencia ficción

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Leigh Brackett - La épica en la ciencia ficción

Carlos Sáiz Cidoncha

Edición original en Fan de Fantasía 2, 1980. Extraído de Ad Astra 10.

Nació Leigh Douglas Brackett en diciembre de 1915 en California, dentro de unos Estados Unidos entonces prósperos y despreocupados, frente a una Europa devastada por la guerra. De sus primeros años nos habla ella misma en estos términos:

Tuve la suerte de crecer en una playa desierta de California del Sur (ensayad a encontrar una en la actualidad), con el sol, el viento y el mar. Tenía, sin embargo, compañeros de juego, con los que corría, nadaba y pescaba. Pero cuando quería estar sola, iba hasta el final de una escollera y estaba allí, con los pies hundidos en el Océano Pacífico. Podía permanecer allí horas enteras, contemplando el horizonte y soñando. Creo que estos momentos fueron los más importantes de mi infancia.

Esta afortunada chiquilla entró, y muy tempranamente, en el campo de la ciencia ficción de la mano de Edgar Rice Burroughs. A los ocho años le fueron ofrecidas las páginas de The gods of Mars (Los dioses de Marte), pertenecientes al ciclo de John Carter en el planeta rojo. Desde entonces, el camino de Leigh Brackett hacia la ciencia ficción quedó trazado. La sangre escocesa que corría por sus venas la llevó a preferir la entonces no muy en boga tendencia de la space-opera heroica, próxima a los ciclos míticos celtas de Ulster y Mabinogion, tal como ella misma explica.

Infatigable lectora del género, era inevitable que más tarde o más temprano comenzara a escribir ella misma, primeramente en trozos de papel desechado, y luego más ambiciosamente, ya con vista a procurar la edición de sus obras.

Debutó en el género Leigh Brackett con el relato corto Martian quest, referido al mismo planeta que había despertado primeramente su fantasía, y publicado en "Astounding" en 1940. No se durmió la autora sobre aquellos primeros laureles, y en el invierno de aquel mismo año publicó igualmente otro relato titulado The stellar legion, escenificado ahora en Venus, y visiblemente influenciado por la obra de Jack Williamson The legion of space, que había aparecido en "Astounding" unos años antes. El relato legionario de Brackett fue publicado en "Planet Stories", magazine caracterizado, según Sadouil, por el entonces fuerte (y hoy sin duda ingenuo) erotismo de las figuras femeninas en sus portadas e ilustraciones. No tardaría la firma de Leigh Brackett en hacerse habitual en las páginas de este magazine.

Formaba entonces la autora parte de aquel primitivo y alegre fandom de los Estados Unidos, lectores y autores primerizos con ilusiones de comerse el mundo. En 1946 Leigh Brackett aceptó la colaboración del joven Ray Bradbury, también asiduo en las páginas de "Planet Stories", para escribir el relato Lorelei of the red mist (Tres por Infinito, Vértice, “Galaxia” 9) publicado en el referido magazine, y en el que la huella del autor de Crónicas marcianas queda casi imperceptible dentro del familiar estilo de su compañera literaria.

En diciembre de aquel mismo año, 1946, Leigh Brackett estableció colaboración con otro escritor de ciencia ficción, Edmond Hamilton, pero de forma más íntima, casándose con él. Junto con el de Catherine L. Moore y Henry Kuttner fue el suyo uno de los más famosos matrimonios de autores de ciencia ficción de la época.

La feliz pareja fijó su residencia en Kinsman, Ohio, en una granja de ciento cincuenta años de antigüedad. Pasaron allí días y años dichosos cultivando legumbres y frutas, paseando, tirando al blanco (no les gustaba la caza), cuidando del jardín, escuchando música, leyendo... y desde luego escribiendo, principalmente ciencia ficción.

Hamilton escribió en 1947 sus famosas The star of life y The star kings (Los reyes de las estrellas, “Nebulae” 14); en 1948 The valley of creation; en 1950 The city of world end, etc. Por su parte Leigh Bracket desarrolló su gran saga sobre el Sistema Solar, hasta entonces sólo esbozada, y de la que a continuación hablaremos.

El principal escenario de Brackett seguía siendo el planeta Marte, un Marte bello, cruel y heroico, muy diferente del anodino que nos han mostrado las prosaicas sondas espaciales soviéticas y norteamericanas (oh, ¿por qué el Creador de los Mundos, entre todas las posibilidades que tenía para el Planeta Rojo, escogió justamente la más aburrida?)

El Marte de Leigh Brackett, inspirado por, aunque muy distinto de, el de Edgar Rice Burroughs, recuerda algo a las míticas tierras del Asia Central medieval: inmensas extensiones pobladas por tribus nómadas, con ricas caravanas haciendo etapa en ciudades fortificadas como Herat, Bujara, y Samarcanda, donde un simple bandolero como Tenmujín podía transformarse de la noche a la mañana en Genghis-Khan y fundar el más grande imperio que la historia conociera jamás. Sitúa la autora las más ricas ciudades en torno a lo que llama Gran Canal, una de las corrientes soñadas por Schiaparelli, que la triste realidad desmentiría después.

Pero es en el Canal Inferior donde Leigh Brackett sitúa las más interesantes de sus urbes marcianas, Valkis, Kekkara, Barrakesh (nombre visiblemente inspirado en Marrakesh), y otras similares pobladas por ladrones, asaltantes de caravanas y otros fuera de la ley, y refugio de todos los perseguidos por la justicia del planeta y aun de otros astros.

Más allá están las estepas infinitas, los rojos desiertos de aridez sólo atenuada por escasos oasis, donde cabalgan las tribus nómadas de Kesh y Shun en el Sur y de Mekh en el Norte, guerreros crueles, orgullosos y valientes a quienes sólo la desunión tribal impide atacar y saquear las ricas ciudades interiores de los canales.

Pero Marte tiene también un pasado legendario, cuando los secos mares estaban cubiertos por las aguas y poblados por galeras de velas blancas, y cuando las decadentes urbes del Canal Inferior eran prósperos puertos donde se amontonaban las mercancías y donde marineros de mil razas marchaban por las estrechas calles y se divertían con las muchachas de placer, vestidas de leves velos y adornadas con brazaletes de campanillas. Y, en un pasado aún más lejano, el recuerdo de los dioses, de las poderosas razas, humanas o no, poseedores de ciencias desconocidas pero superiores a todo lo imaginable, las civilizaciones perdidas que en tiempos remotos, cuando nuestra Tierra aún no conocía la vida, dominaban con mano dura el planeta vecino, y quizá todo el Sistema Solar.

La autora sitúa en el corazón de los desiertos, en las regiones inexploradas, protegidas por la soledad y también por la superstición, inquietantes reliquias de aquellos tiempos olvidados. Sinharat la siempre viviente ciudad que se yergue en la estepa de los Shun y que fuera metrópolis de los crueles Rama, conquistadores de la inmortalidad; Shandakor, último reducto de una fastuosa estirpe no humana, la norteña Kushat, junto a las Puertas de la Muerte, protegida por un talismán contra los demonios de más allá y el secreto más terrible de todos, la tumba de Rhiannon el Maldito, el último exponente de la superrraza Quiru, dominadora del espacio y el tiempo. Aquí y allá, en las tabernas del Canal Inferior, y en torno a los fuegos de los campamentos nómadas, se habla con temor de las antiguas razas inhumanas, los hombres reptiles, los voladores y los acuáticos, los filiformes y los escamosos, y de la posibilidad de su supervivencia en algún refugio olvidado, junto con la promesa de poderes extraños y tesoros fabulosos vinculados a su descubrimiento. Tal es el Marte de Leigh Brackett.

Hay que añadir que la llegada de los terrestres apenas ha manchado tan atractivo escenario. Los viajeros estelares de nuestro planeta se han limitado a establecer la base y ciudad comercial de Kahora (una especie de Hong Kong ante el Imperio Chino) y permitir la salida desde allí de algunos exploradores y arqueólogos, médicos e incluso aventureros, pero siempre por su cuenta y riesgo.

Para tan fabuloso planeta, Leigh Brackett ha creado un héroe a su medida. Es este Erik John Stark, también conocido como N'Chaka, que fuera abandonado de niño en la Zona Crepuscular de Mercurio (otra bella invención destruida por la ciencia), y cuidado allí por una tribu primitiva para convertirse luego en indómito aventurero espacial. Bárbaro justiciero, Stark se ha opuesto más de una vez al colonialismo terrícola, y apenas si tiene entre nuestra raza algún amigo como el comisionado Simon Asthon, lo que no obsta para que se embarque en la defensa de cualquier causa que le parezca justa. Un clásico héroe de space-opera en toda la acepción de la palabra.

Encontramos a Stark por primera vez en el relato largo Queen of the martian catacombs, publicado en 1949 por "Thrilling Wonder Stories". Nuestro hombre se dirige a Valkis para tomar parte en la revuelta nómada organizada por el jefe bárbaro Kynom, que ha unido a todas las hordas del desierto meridional prometiéndoles la inmortalidad, secreto de los antiguos Ramas y proponiéndose conquistar el planeta entero con la colaboración de los Señores del Canal Inferior y de diversos mercenarios terrestres y venusianos. En un ambiente de fantásticas aventuras, Stark deberá afrontar seres de otras épocas y poner fin a la epopeya de Kynom, tras de la cual, desconocida por el jefe nómada, se ocultaba una horrenda conspiración.

En Black amazone of Mars, publicada por "Planet Stories" en 1951, encontramos a Stark vagando por los desiertos del Norte, en busca de la mítica ciudad de Kushat, participando luego en la defensa de la misma contra las hordas de Mekh, y enfrentándose por fin con una cruel raza de seres inhumanos en curso de extinción. Aquí encontrará N'Chaka su digna pareja en la figura de Ciaran, la reina guerrera de los nómadas, su mortal enemiga al principio, pero que luego luchará junto a él contra los inhumanos adversarios comunes.

En el tercer gran libro de Leigh Brackett, The sea-kings of Mars (La espada de Rhiannon, Martínez Roca, “Super Ficción” 23), publicado en 1949 por "Thrilling Wonder Stories", el protagonista no es N'Chaka, sino el arqueólogo fuera de la ley, saqueador de tumbas, Matthew Carse (nombre quizá inspirado por el de Hawk Carse, héroe clásico de Anthony Gilmore). Conducido por un ladrón de Jekkara a la tumba de Rhiannon el Maldito, Carse es capturado por un torbellino temporal y llevado al Marte del pasado, cuando los mares y océanos de aguas blancas estaban presentes, y el formidable Imperio de Sark aliado de los hombres-serpiente de Caer Dhu ejercía su tiranía sobre casi todas las tierras civilizadas. Poseído él mismo por la implacable princesa Ywayn de Sark, el arqueólogo logrará tras muchas batallas, acabar con el obscuro poder de la Serpiente y liberar los pueblos marcianos además de redimir la mítica falta de Rhiannon y lograr para éste el perdón de sus fabulosos hermanos semidioses.

Esta trilogía marciana no tardó en ser publicada en libros de "tapas duras", tal como suele suceder en los Estados Unidos con las obras de ciencia ficción que destacan. Ya en 1953 Ace Books publicó The sea-kings of Mars con el nuevo título de The sword of Rhiannon (de donde viene su titulación en castellano). La misma editorial haría luego otro tanto en 1964 con Queen of the martian catacombs y Black amazone of Mars, respectivamente con los nuevos títulos de The secret of Sinharat y People of the talisman.

Quedaba una serie de relatos cortos referentes a aventuras de terrestres llegados al planeta rojo, que Ace Books recopiló en 1967 en un volumen titulado The coming of terrans, intentando incluso una vaga cronología.

Los temas de estos relatos son de índole muy variada. El primero de ellos, The beast-jewel of Mars, publicado originalmente en "Planet Stories" durante el invierno de 1948, pone en escena el clásico argumento de un joven terrestre que se interna en las salvajes tierras de Marte en busca de su novia, desaparecida con anterioridad, y en ella tiene gran importancia el juego del shanga, que convierte a los hombres en bestias, y que aparece también en Queen of the martian catacombs. En The last days of Shandakor ("Startling Stories", abril de 1952), un aventurero de nuestro planeta se traslada tras un penoso viaje por el desierto a la oculta ciudad de Shandakor, donde los últimos representantes de una raza no humana pasan sus postreros días en incomprensibles juegos y fiestas, resignados a la fatalidad de su muerte racial. Más emotivo es Mars minus Bisha, aparecido en "Planet Stories" en 1954, donde se relata la trágica historia de una niña, Bisha, en la que un cruel atavismo ha resucitado las características de una antigua raza telepática, y que por ello causa involuntariamente la muerte a quienes la rodean. En vano, un joven médico terrestre, Fraser, que no cree en esas supersticiones, intenta salvarla de la ejecución ritual que le quieren inflingir los nómadas. Al ver al médico aquejado por la terrible enfermedad que su aura mental produce, la niña opta por escapar de su lado y aceptar voluntariamente la muerte que los marcianos deben darle, no por odio, sino por necesidad. El relato da muestras de una sensibilidad que podía compararse quizá con el patético The cold equations (Las frías ecuaciones, antología Labor), de Tom Godwin.

El quinto relato de la serie, The road to Sinharat, publicado en mayo de 1963 en "Amazing", es una simple aventura con ribetes ecológicos donde aparece de nuevo la ciudad prohibida de Sinharat, escenario principal de Queen of the martian catacombs, y se reivindica una cierta bondad para los temibles Rama que la construyeron. En cuanto al sexto y último, Purple priestess of the mad moon, que vio la luz en 1965 en las páginas de "The Magazine of Fantasy and Science Fiction" y que es el único de la serie traducido al castellano (La sacerdotisa escarlata de la luna loca, Bruguera, Libro Amigo 247), es quizá el más flojo de todos. Relata el contacto de un terrestre con un terrible culto existente en la ciudad marciana de Jekkara, y cuyo poder le persigue incluso cuando ha regresado a nuestro planeta. En realidad parece ser que el motivo de Leigh Brackett para escribir este relato fue una apuesta que un amigo hizo sobre la imposibilidad de crear un cuento con un nombre tan estrambótico.

Abandonando ahora el preferido planeta de Leigh Brackett, pasemos a otro astro clásico de la mitología fantacientífica, igualmente estropeado por la realidad objetiva de las endemoniadas sondas espaciales americanas y soviéticas. Para Leigh Brackett, como para otros muchos autores de ciencia ficción, el planeta Venus, misterioso bajo su envoltura de nubes, sería escenario de una naturaleza pujante, selvática y primitiva, desde luego habitable para el hombre terrestre. La autora le dota, cómo no, de algunas legendarias civilizaciones perdidas, y lanza a sus héroes sobre él, en demanda de mil hazañas y aventuras.

Conocido en España es el bello relato Terror out of space (Terror en el espacio, “Nebulae” 67), cuyo título, poco afortunado, en poco conviene al contenido. Vemos en él a un policía espacial enviado a la caza de un raro ser llegado desde el espacio al planeta Venus, y que con sus poderes hipnóticos subyuga a las poblaciones del segundo planeta. Capturado el ente, el policía cae con él en el fondo de un mar venusino, donde debe ayudar a una raza de plantas inteligentes acosada por enemigos carnívoros de su misma especie. Pero este resumen está lejos de hacer honor a la belleza de las descripciones submarinas, que parece pedía el lápiz mágico de un Walt Disney para ser llevadas al cine de animación. El desenlace del relato, quizá un poco incongruente, está seguramente influido por The cold gray god, de la serie de Northwest Smith creada por Catherine L. Moore, pero en conjunto se trata de una de las más hermosas obras de Brackett, que como tal fue recogida en la antología de Donald A. Wollheim dedicada a Venus y titulada The hidden planet (El planeta oculto, título del número de “Nebulae” citado).

Otro relato corto Lorelei of the red mist, del que ya antes hemos hablado, escrito con la colaboración poco perceptible de Ray Bradbury y publicado por "Planet Stories" en el verano de 1946 (en español con el equivocado nombre de Tres por Infinito, correspondiente a una antología en la que venía incluido, y atribuido por completo a Bradbury, Vértice, “Galaxia” 9), nos traslada a un diferente paisaje venusino, en Venus Interior, más allá de los Montes de la Nube Blanca. Allí crea Leigh Brackett un misterioso mar de gases rojizos, sobre el cual pueden navegar los barcos, pero en cuyo seno es posible respirar y vivir. En tan fantástico paraje viene a caer Hugh Starke con la astronave experimental que ha robado (pese a excepciones como el relato anterior, Leigh Brackett sigue prefiriendo como protagonistas a los fuera de la ley antes que a los policías). Muerto en el choque, la bruja Rann, reina de la ciudad de Falga, transfiere su espíritu al cuerpo de un poderoso guerrero llamado Conan (!!), prisionero en la ciudad enemiga de Crom Dhu. En la guerra entre las dos ciudades Conan-Starke ganará el amor de la princesa Beudag y, en el curso de una horrenda resurrección de los muertos en el mar, acabará con el poder de Falga y de la reina bruja.

El mismo escenario del rojo mar gaseoso es el de Enchantress of Venus, aparecida en 1949 en "Planet Stories", y rebautizado en una posterior reedición como City of the Lost Ones (La Ciudad de los Seres Perdidos, Vértice, “Galaxia” 5). Aquí se pone en escena nada menos que el conocido Erik John Stark, que navega por el océano escarlata rumbo a la bárbara ciudad costera de Shuruun, para buscar a su amigo, el venusino Helvi, desaparecido en extrañas circunstancias. El salvaje N'Chaka debe enfrentarse aquí a una horrenda familia decadente, degeneración de antiguos aristócratas, que capturan esclavos para hacerlos buscar en el fondo del mar gaseoso una ciudad perdida que, según se dice, guarda el secreto de la eterna juventud. Al ser hallado el secreto, que resulta ser el del supremo horror, la familia tiránica se destruye a sí misma, en tanto que N'Chaka encabeza la inevitable rebelión de los esclavos.

Menos importante que las marcianas o venusianas son las incursiones realizadas por Brackett a otros planetas de nuestro Sistema Solar. En The dancing girl of Ganymede, publicado en 1966 por "The Award Science Fiction Reader", la autora recoge la alegre cosmografía de Stanley Graham Weinbaum, con sus lunas jupeterianas y saturnianas dotadas de atmósferas y temperaturas que las hacen habitables para los humanos. En las selvas de Ganímedes un terrestre encuentra a unos seres sintéticos que huyen de una feroz persecución y, enamorado de una de sus mujeres, les ayuda y acompaña hasta su trágico final.

También son raras las expediciones de Leigh Brackett a otras estrellas. Quizá la más conocida de sus aventuras interestelares sea The starmen of Llyrdis, aparecida en marzo de 1951 en "Startling Stories" y republicada al año siguiente en forma de libro por Gnome Press. En ella aparece una raza de comerciantes estelares que mantienen el monopolio de esa clase de viajes merced a su estructura física que les permite soportar las terribles aceleraciones necesarias. Michael Trehearne, un terrestre de nuestro tiempo, descubre que en realidad es un mestizo de nuestra raza y la de los viajeros estelares, y que por ello es capaz de acompañarles hasta las estrellas. Tras un periplo sideral en el que conoce diversas razas alienígenas, logra finalmente romper el monopolio y poner el viaje estelar al alcance de todas las razas del espacio.

Más emotivo es el relato The Woman from Altair (Asesinato por telepatía, Enigmas 14, México), aparecido en julio de 1951 en "Startling Stories". En él se asiste a la implacable venganza de una muchacha no humana raptada en Altair por un astronauta terrestre, en contra de todos los familiares y amigos de su secuestrador.

En casi todo el ciclo épico marciano-venusiano de Leigh Brackett, los principales personajes pertenecen a un triángulo invariable que incluye al protagonista masculino, fuerte, bárbaro y violento, aunque en el fondo amigo de la justicia e incluso de buen corazón, y dos tipos distintos de mujer, una de ellas salvaje, de terribles pasiones y cuya energía choca violentamente con la del anterior, y otra más reposada, dulce y bondadosa, aunque no por ello incapaz de abnegación y heroísmo, que para el protagonista viene a significar el contrapunto de la anterior. Así, junto al archihéroe Erik John Stark encontramos en City of the lost ones a la perversa y apasionada Varra junto a la pequeña y dulce Zareth. Idéntico papel representan en Queen of the martian catacombs, Ciaran y Thanis. En The sword of Rhiannon el protagonista Matthew Carse halla en su aventurero periplo a la princesa guerrera Ywayn de Sark y también a la soñadora y delicada Emer, en tanto que en Lorelei of the red mist, la venusina Beudag, aunque luchadora y enérgica, no deja de parecer dulce y suave frente a su contrapartida, la terrible Ran, reina bruja de Falga. Por otra parte, la preferencia del héroe no es constante, pues en unas obras acaba emparejado con el personaje femenino más feroz y violento, y en otras con su contrario.

Leigh Brackett, especialista en obras épicas con confrontaciones directas entre el Bien y el Mal, no ha sido nunca asidua a las obras de mensaje político tal como otros autores las representan. Estamos lejos de los Heinlein y los Leinster y del reflejo de sus opiniones sobre la situación política contemporánea a ellos en las páginas de sus obras.

En los inicios de su carrera como escritora, sin embargo, se sumó a la oposición contra los estados autoritarios implantados por fascistas y nazis en Europa, y esta toma de posición, al ingenuo estilo americano de la época, puede rastrearse en algunas de sus obras.

En Retreat on the stars (Refugio en las estrellas, Bruguera Libro Amigo 107), publicado en 1941, presenta un grupo de anarquistas que han hallado en un asteroide un refugio contra el tiránico Triestado que gobierna todo el Sistema Solar. En Child of the Sun (Hijo del Sol, Vértice, “Galaxia” 8, e “Infinitum” 6), publicado originalmente por "Planet Stories" en la primavera de 1942, ya con los Estados Unidos en guerra, un pequeño grupo de exiliados huyen del dictador Granty Hilton, inventor del psico-ajustador con el que esclaviza las mentes de los habitantes del Sistema Solar. Refugiados en Vulcano, el mítico planeta intramercurial, encuentran allí una criatura de naturaleza casi divina, procedente del primigenio fuego solar, con la que combatirán en principio, para obtener luego su ayuda en la creación de un mundo-refugio para los inconformistas terrestres.

En estos relatos, Brackett insiste siempre en la vitalidad de sus personajes revolucionarios que luchan por la libertad, en oposición a la naturaleza neutra y poco atractiva de quienes propugnan o soportan las soluciones autoritarias, evidente contraste que lleva al camino de la verdad al traidor o infiltrado que es también elemento común a las dos obras. Igualmente podría mencionarse en ellas una curiosa tendencia a preferir la huida y la búsqueda de un refugio, mejor que enfrentarse directamente con las dictaduras. Quizá resabios del resentimiento aislacionista aún muy poderoso en los Estados Unidos en los días anteriores a Pearl Harbour.

Bastantes años después, en noviembre de 1957, "Venture Science & Fiction” publica el relato All the colours of the rainbow (Todos los colores del arco iris, “nueva dimensión” 119) en el que Leigh Brackett vuelve a tomar partido en un problema contemporáneo, en este caso el racismo. Asistimos aquí a la terrible aventura de una pareja de extraterrestres en viaje de turismo por el sur de los Estados Unidos, donde se les trata, con la falta de lógica acostumbrada entre la grey racista, de negros verdes. Víctimas de la violencia más salvaje, los alienígenas hallan en las autoridades terrestres (¿americanas?) la más irritante falta de interés en su denuncia por lo que deben optar, con el evidente aplauso de la autora, por tomarse la justicia por su mano.

Durante varios años Leigh Brackett dejó por completo el género fantacientífico para dedicarse, fundamentalmente, a escribir guiones de películas, siendo autora entre otros, de los correspondientes a El sueño eterno, Río Bravo, Hatari y Eldorado. Parecía que su firma iba a permanecer para siempre ausente de las revistas y libros de ciencia ficción.

Pero mediada la década de los setenta, quizá llevada por la nostalgia de los tiempos felices y de los caminos recorridos, de nuevo Leigh Brackett volvió por donde solía. De sus nuevas obras se nota ausente, como es el caso de quienes dejaron descansar su pluma, parte de su primera personalidad, de su primitivo wonder sense. Pero se reconocen, no obstante, las principales características de Leigh Brackett y por si esto quedara en duda, ella misma ha procurado dejar una nota particular, una pista indeleble para los ojos del conocedor.

En The ginger star, que "If" publicó en febrero de 1974, Brackett resucita nada menos que a Erik John Stark, el salvaje N'Chaka de los páramos mercurianos, transportándole incomprensiblemente a un escenario de civilización galáctica para rescatar a su amigo Simón Ashton, cautivo en un extraño planeta. En Alpha Centauri or die!, aparecida en el siguiente año, la autora parece regresar a los orígenes, con un relato de exiliados huyendo del Sistema Solar para refugiarse en unos de los planetas de la mencionada estrella, donde les ocurrirán diversas aventuras. Como puerto de embarque para este viaje ilegal, Brackett da la ciudad de Kahora, aquel puesto comercial terrestre en Marte tan mencionado en la saga de aquel planeta.

Pudo conocer Leigh Brackett el renacimiento de la space-opera, a la que siempre se había dedicado, iniciado en la pantalla por Star wars. Incluso trabajó como guionista en la prevista continuación del film The empire strike back, pero cuando estaba entregada a este trabajo en Lancaster (California), el 18 de marzo de 1978, Leigh Brackett dejó nuestro mundo. Contaba entonces sesenta y dos años de edad.


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